Aclarar la cuestión de los refugiados en Europa
MADRID – Incluso para los estándares europeos, la respuesta a la crisis de los refugiados es una auténtica catástrofe. Y desafía a la lógica. La crisis encarna un verdadero reto para la Unión Europea, porque la protección de los refugiados se integra en los derechos humanos, que forman parte de su ADN. En otro orden de ideas, por el envejecimiento de la población y otros retos demográficos, la Unión en general, y algunos Estados miembro en particular, precisan de la inmigración. Sin embargo, en lugar de soluciones estimulantes, la crisis actual ha hecho aflorar los aspectos más desagradables y disfuncionales del proyecto europeo. ¿Qué nos está pasando?
Como en tantas ocasiones, la falta de claridad está en el origen del desastre. Si confundimos el estatuto de los refugiados con el de los inmigrantes, resultará difícil trabajar con eficacia en la protección adecuada de los primeros y una política realista de cara a los segundos.
Al anuncio de la canciller alemana, Angel Merkel, de su política de puertas abiertas a los refugiados el pasado mes de septiembre, le sucedió, para justificarla, un despliegue de informes económicos y demográficos; y al centrarse en el potencial rol económico de los refugiados, los argumentos esgrimidos han envenenado la percepción por parte de un número creciente de ciudadanos.
Europa se enfrenta en esta crisis a tres retos diferenciados: proteger a los refugiados, con pleno sometimiento a la legislación europea e internacional en la materia; desarrollar, desde los intereses de la UE, una política migratoria eficaz y sostenible; y, por último, dar respuesta al descontento de las comunidades de inmigrantes de segunda y tercera generación que residen en Europa. Sólo cuando estos desafíos se abordan separadamente, empiezan a emerger soluciones eficaces, siempre que se asegure el correcto funcionamiento de las fronteras exteriores.