Qué hacer con el TTIP
MADRID –Tres años atrás, Estados Unidos y la Unión Europea iniciaban conversaciones con vistas a concluir la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés) declarando que “un lleno de gasolina” les llegaría para alcanzar la meta. Hoy, sin embargo, con el depósito en reserva, la creciente oposición de sus respectivas opiniones públicas hace peligrar la consecución de este objetivo.
Los obstáculos surgidos en las negociaciones del TTIP no son exclusivos de este acuerdo. Reflejan una tendencia más amplia; una deriva que nos interpela a repensar el enfoque general de los acuerdos de libre comercio. Es un secreto a voces que la oposición a este tipo de acuerdos va en aumento. Así, los dos candidatos a la Casa Blanca no sólo se han declarado contrarios a la apertura de mercados, sino que incluso peligra el Acuerdo Transpacífico que EEUU negoció con 11 países del Pacífico. Y entre los políticos europeos también progresan las voces contrarias al TTIP, provocando que el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se haya visto en la necesidad de plantear que los líderes de los 28 reafirmen su compromiso en el próximo Consejo Europeo de finales de junio.
La percepción de que la globalización azota al ciudadano de a pie y beneficia sólo a unos pocos crece, aún cuando el libre comercio, encuadrado por normas y estándares internacionales, tiene un impacto macroeconómico neto indudablemente positivo. Para garantizar el apoyo público es preciso, así, mitigar las consecuencias negativas del librecambio y preparar mejor a nuestras sociedades para un mundo de inexorable interdependencia económica.
Resulta imperativo, en este sentido, dar prioridad a las políticas que, como el Programa de Asistencia por Ajuste Comercial en EEUU, o el Fondo Europeo de Adaptación a la Globalización, se proyectan sobre los sectores más afectados; pero por sí solos, estos mecanismos no son sino parches. La situación exige medidas estructurales para hacer frente al impacto de la libre circulación de bienes, servicios y capitales que entra en resonancia con el actual cambio tecnológico acelerado.