Salvando a la OTAN de Trump

MADRID – Hace sesenta y nueve años, los ministros de Relaciones Exteriores de 12 países de Norteamérica y Europa occidental se reunieron en Washington para firmar el Tratado del Atlántico Norte, en el que “resolvieron aunar sus esfuerzos para una defensa colectiva y para la preservación de la paz y la seguridad”. La organización que surgió, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, ha garantizado el período más prolongado de paz y prosperidad sostenidas en la historia moderna de Occidente. Y, sin embargo, el 11 de julio, los 29 miembros de la OTAN darán inicio a lo que probablemente sea la cumbre más tensa en la historia de la organización.

En la cumbre del año pasado, el tono hostil del presidente norteamericano, Donald Trump, sacudió a la alianza transatlántica. Los aliados de Estados Unidos ya sabían, por supuesto, que Trump podía ser errático y extremo, pero esperaban que los miembros más experimentados de su administración lo mantuvieran bajo control. Esa convicción resultó, cuando menos, inapropiada.

Los ataques a la alianza transatlántica continuaron. Trump ha impuesto aranceles de manera unilateral a otros miembros de la OTAN, aduciendo curiosamente cuestiones de seguridad nacional. Y, en particular, en la cumbre del G-7 el mes pasado en Quebec, manifestó una hostilidad sin precedentes hacia los aliados más cercanos de Estados Unidos, lanzando ataques personales contra el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, y absteniéndose de firmar el comunicado final en respuesta a una supuesta declaración falsa.

En vista de estas acciones, las expectativas para el comportamiento de Trump en la inminente cumbre han pasado de espinosas a peligrosas. La sensación de premonición se ha visto acentuada por el anuncio de que, apenas cuatro días después de terminada la cumbre, Trump se reunirá con el presidente ruso, Vladimir Putin, en Helsinki. Es fácil imaginar el panorama aterrador: Trump expone las fracturas de la OTAN, cuestionando inclusive la defensa mutua, antes de traicionar a sus aliados en un abrazo público con Putin.

Ahora bien, éste no tiene por qué ser el desenlace. En lugar de un punto de inflexión sumamente dramático para toda la alianza transatlántica, como algunos han presentado la cumbre, bien puede ser una reunión constructiva –aun si Trump se niega a cooperar.

La agenda de la cumbre debería incluir planificar el impacto del Brexit en la alianza y abordar la relación enrevesada con su miembro más problemático, Turquía, que, entre otras cosas, ha minado la política estadounidense en Siria. Los participantes también deberían considerar cómo combinar las actividades de la OTAN con el sistema incipiente de seguridad y defensa europeo.

Lo que los participantes de la cumbre no deberían hacer es permitir que se ponga todo el foco en la obligación de los miembros de la OTAN de gastar el 2% del PIB en defensa, aunque es cierto que los países deben aumentar más su gasto en defensa. Tampoco deberían obsesionarse con el compromiso de defensa mutua presente en el Artículo 5 de la Carta de la OTAN, aunque el principio de que un ataque a un miembro de la OTAN es considerado un ataque contra todos es crucial para la alianza.

El problema de esta estrategia quedó al desnudo el año pasado, cuando se montó el escenario para que Trump reafirmara el compromiso de su gobierno con la defensa mutua. Después de todo, Trump hablaría en la dedicación de un monumento a los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos –la única vez que se ha invocado el Artículo 5-. Fue un momento pergeñado para presionar a Trump sobre ese punto.

Pero Trump no mordió el anzuelo. Si bien declaró que Estados Unidos nunca “le daría la espalda a los amigos” que lo apoyaron después del 11 de septiembre, no mencionó explícitamente, y mucho menos respaldó, el Artículo 5. Por el contrario, volvió a atacar a sus socios de la OTAN por su gasto inapropiado en defensa. En lugar de mostrarle al mundo que la OTAN sigue siendo fuerte y unida, la expuso como insegura y dividida. La OTAN no puede permitirse cometer ese error otra vez.

Es cierto que, por más importantes que sean el Artículo 5 y el requerimiento de gasto del 2% del PIB, el valor y la relevancia de la OTAN van mucho más allá de estas cuestiones. Consideremos los Artículos 2 y 3 de la Carta de la OTAN. Rara vez se los menciona y, sin embargo, son de una importancia primordial para cumplir con el propósito de la OTAN.

El Artículo 2 alienta a los miembros de la OTAN a colaborar económicamente y “generar un mejor entendimiento de los principios sobre los cuales” se basan sus instituciones libres. Más importante, el Artículo 3 insta a los miembros a trabajar mancomunadamente para crear y mantener una capacidad de defensa, impulsando así la resiliencia.

Mientras que el Artículo 5 se ha convertido en una fuente de influencia que Trump utiliza para presionar a sus aliados a gastar más, impresionando a su vez a sus seguidores en el país, los Artículos 2 y 3 son prácticos y directos. No se centran en visiones de guerra, sino en los componentes básicos de la paz, entre ellos la educación pública, las mejores relaciones institucionales y una organización efectiva. Estas son las áreas donde la OTAN –especialmente sus miembros europeos- tiene el mayor trabajo por delante.

En Europa, rara vez se oye la palabra “defensa” sin “seguridad”. No es accidental: asociar esas ideas las torna más digeribles para los pueblos europeos que, traumatizados por la historia, durante mucho tiempo han sido indiferentes en materia de defensa. Pero, con una Rusia revanchista al este y caos al sur, los europeos ya no pueden permitirse vivir en la negación. Deben fortalecer la defensa en los cimientos, con los Artículos 2 y 3 como guía.

Hace mucho tiempo a Europa se le ha dado un pase libre en defensa, pero la fecha de expiración se está acercando a pasos acelerados. En este momento de incertidumbre, puede resultar tentador centrarse en la política de alto riesgo del Artículo 5. Pero lo que la OTAN realmente necesita no es acaparar más titulares, sino construir su propia resiliencia, de manera metódica y hasta tediosa, de abajo hacia arriba.